Por Mauricio Durán
(Ciudad de México, Febrero de 2023)
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¿Qué es el amor romántico? ¿Cómo surge históricamente? ¿De qué manera puede formar parte de los relatos dominantes que pueden afectar nuestra vida? ¿Qué alternativas tenemos, como personas?
A menudo solemos idealizar el amor porque desde nuestra más tierna infancia leemos cuentos o vemos películas en donde hay parejas en donde la historia concluye con un “y vivieron felices para siempre”. ¿Cuándo encontraré a mi media naranja? ¿Será la indicada o el indicado? ¿Será que todas las parejas pelean como la mía? ¿Algún día alcanzaré la felicidad al lado de un hombre/una mujer con quien pueda compartir mi vida? Estas son preguntas que muchas personas nos solemos hacer en algún punto de nuestra vida.
Vivimos en una sociedad que nos ha enseñado que el ideal es “vivir felices y comer perdices”, y cuando nos salimos de estos preceptos, por el simple hecho de que no siempre podemos vivir en una plenitud total, de que los sentimientos son un gerundio, entonces nos empezamos a preguntar si estaremos ‘bien’ o si seremos la excepción; si seremos ‘normales’ o seremos ‘las ovejas negras de la familia’.
El amor romántico es uno de los muchos relatos dominantes que corren en nuestra sociedad y que son aceptados por las personas sin poderlos cuestionar porque fueron introyectados (insertados, vaya) sin si quiera preguntarnos si los aceptábamos por ciertos o no. Nadie nos enseñó que podíamos cuestionar las cosas, porque ‘las autoridades’ (llámense madres, padres, maestras/os, clérigos, doctores, y un infinito etcétera), “siempre tienen la razón”... o lo que es lo mismo... “porque lo digo yo y te callas” (otro relato dominante).
El problema con estos relatos dominantes, es que a menudo nos suelen complicar la vida y es difícil encontrar las historias alternativas a estos relatos, historias que nos podrían ayudara entender las cosas desde diferentes perspectivas y quizás, a vivir mejor de acuerdo con las terapias narrativas. Si no nos cuestionamos todo aquello que hemos aprendido, cuando veamos que no encajamos con los ‘modelos’, cuando veamos que el ‘deber ser’ nos lleva a muchos frentazos y golpes que podríamos afrontar de otra forma, quizá sea demasiado tarde... o terminemos necesitando de otras herramientas para actualizar nuestras condiciones de calidad de vida.
Así, pues, y entrando al tema ya sin tanto rollo, el amor romántico es un modelo de nuestras sociedades occidentales que pretende ‘formalizar’, ‘normalizar’ e ‘idealizar’ la manera en que se debieran relacionar hombres y mujeres... ah, porque sí, además de todo, las únicas relaciones posibles para el amor romántico son las heterosexuales y monógamas. Sé que a partir de aquí empezaré a perder lectores/as porque empezaré a generar ciertas incomodidades. Pero debo recordarte, querido/a lector/a que si te animas a leer hasta acá, toda incomodidad, sirve para indicarnos que lo único que necesitamos hacer es cambiar de postura, para comenzar a reacomodarnos y sentirnos más agusto.
Existe toda una narrativa histórica que nos explica del por qué del surgimiento de estas visiones del amor romántico, y quienes salen más ‘ganones’ son los hombres. Desafortunadamente, y en consecuencia de la afirmación anterior, la tendencia a ‘perder’ la llevan más las mujeres. Resulta que como en muchas cosas, hay intereses económicos de por medio. El hombre, en una sociedad patriarcal, siempre ‘debe’ destacar por encima de otros hombres, y por supuesto, por encima de las mujeres... ¡faltaba más! (léase con el debido sarcasmo intencional de mi parte, por favor, no se me vaya a malenteder). Por lo tanto, los poseedores de los bienes y propiedades, siempre tenían que ser los seres barbados y fortachones (o panzones, según el caso, ¿no?). A consecuencia de esto, el amor y el matrimonio, tenían que ir de la mano. De ahí el origen de la monogamia... pa’ que no se nos salieran tanto las cosas de control. Y la heterosexualidad, porque faltaba más... ¿cómo un hombre, siendo tan ‘machito’ iba a permitirse cosas tan ‘depravadas’? (aunque a veces algunos decidieran probar a escondidas).
Si el hombre es dueño del capital y la tierra... por su puesto que también tenía que ser ‘dueño’ del cuerpo de la mujer que ‘poseía’ en matrimonio. Así, la mujer deja de ser dueña de su cuerpo. Las prácticas que le darían autonomía e independencia, quedarían supeditadas a la venia de su marido. El amor romántico condena a la mujer a ser objeto “en nombre del amor” y a depender totalmente de su señor marido. Lamentable ¿no es cierto?
Si nos vamos unos siglos más atrás... allá por la Edad Media, resulta que había caballeros enamoradizos de bellas doncellas, que sin embargo no alcanzaban a tener los mismos rangos sociales. Y como el hombre nunca podía ser menos, no importaba que no tuviera dinero, se trataba de mostrar su valor, su coraje y su heroísmo para mostrar toda su hombría, independientemente de su estatus social. El modelo de mujer ‘idealizado’, obviamente se convertiría en una dulce doncella de manos delicadas y cabellos rubios que necesitaba del cuidado y protección de un fuerte caballero.
En la época victoriana, en la Inglaterra de alrededor de los 1800’s, surge esta idea de la mujer abnegada, casta, pura y obediente. Esto desexualiza a la mujer y la convierte en un mero aparato reproductor, capaz de maternar, pero incapaz de tener deseos y satisfacciones sexuales.
Cuando la mujer comienza a tener acceso a la educación y a integrarse a la fuerza laboral en las sociedades, pareciera que estas perspectivas del amor se debilitarían, pues impulsarían a una mujer más liberal, pero es justo ahí donde surge este modelo de amor romántico que promueve un modelo de conducta amorosa ‘intachable’ y que indica a modo de preceptos lo que en“de verdad” significa enamorarse y cuáles son los sentimientos que deben sentir las personas, cómo deben sentirlos, cuándo, con quién sí y con quién no.
Este tipo de amor, validado socialmente, promueve que las mujeres esperen a su príncipe azul y que los hombres encuentren a su mujer abnegada y obediente. Cuando estas expectativas no se logran materializar con base en esos ideales, las personas acaban sufriendo y pasándola realmente mal. La mujer, pareciera necesitar la validación que da el amor, la maternidad y la entrega incondicional que propone el matrimonio del amor romántico. Este tipo de amor da lugar a la creación de una buena cantidad de mitos o conjunto de creencias sobre lo que se supone debiera ser la “naturaleza” del amor. En el fondo, estos mitos suelen ser falsos, absurdos, irracionales y engañosos.
¿Y entonces? ¿Cómo le entramos? Como suelo compartir por estos espacios, no hay una respuesta única y absoluta. Cada persona tendrá que explorar y encontrar sus propias respuestas. "Lo único opuesto a la verdad, es otra verdad", le oí decir muchas veces a Jaime Villegas, doctor en educación, filósofo por naturaleza, compañero y amigo del que aprendí mucho sobre el aprendizaje basado en problemas. Esta afirmación, la comparto aún hoy día. Sin embargo y, por lo pronto, mi propuesta es acercarnos a nosotras mismas, como personas... aprender a escucharnos: ¿qué siento? ¿qué necesito? ¿qué siente la persona frente a mí? ¿qué necesita? ¿cómo podemos flexibilizarnos ante las peticiones de cada parte? ¿en qué estoy dispuesta a flexibilizarme y en qué no? (se vale)... Escucharnos desde la empatía, la compasión, el diálogo, desde la validación de nuestros sentimientos (sean placenteros o displacenteros), conectarlos con nuestras necesidades, y desde ahí, hablar y escucharnos. No desde los relatos dominantes que nos incitan a un 'deber ser'. Las leyes y normas se hacen para cuidar de las personas, no para pasar por encima de ellas, ni de sus sentimientos, ni de sus necesidades. El 'deber ser' se debiera construir a partir de vernos como personas, de escucharnos y validarnos. Desde ahí se construye un cuidado, un auto-cuidado y un cuidado mutuo, no desde del 'bien' o el 'mal', no desde lo aceptado y normalizado... "porque lo digo yo, o porque así es y ha sido durante muchos años". Si quieres tener una primera aproximación a este tema de los sentimientos y necesidades, dale un vistazo a este video: Accompañarnos desde la Comunicación No Violenta
¿Y tú? ¿Cómo vives tus relaciones amorosas? ¿Algo de todo esto te hace sentido?
Sé que este texto comenzará a mover cosas en tí, y en muchas personas lectoras. No busco generar debates sobre ideas, puesto que las ideas están conectadas a nuestras emociones, a lo que nos mueve, a lo que nos importa. A mí me importan las personas, cuidarlas, cuidarnos como personas. Si algo de esto te mueve a sentimientos displacenteros, yo te preguntaría... ¿qué estás cuidando? ¿qué es importante para tí, que sientes que esto te puede estar incomodando o invadiendo en tus creencias? No busco cambiar tus creencias, busco plantear otras perspectivas que te pueden hacer sentido, o no. ¿Cómo te suena esto?
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Referencias
*Chicote, G. (septiembre de 2007). El amor cortés: otro acercamiento posible a la cultura medieval. Trabajo presentado en la III Jornada. La Plata, Argentina.
*Flores, V. M. (2019). Mecanismos en la construcción del amor romántico. La ventana. Núm. 50.
*Herrera, C. (2007). Los Mitos del Amor Romántico en la Cultura Occidental. El Rincón de Haika.
*Lagarde, M. (2001). Claves feministas para la negociación del amor. Managua: Puntos de Encuentro.
*Yela, C. (2006). Del Amor Adictivo. I Encuentro Profesional sobre
Dependecia Sentimentales, Fundación Instituto Spiral. Madrid, España.
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