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Foto del escritorMauricio Durán

Disfrutar de lo inesperado

Actualizado: 3 nov 2023

Jueves 9 de Junio. 6.54 AM. Sabadell, Cataluña, España. Mi cuerpo aún no se acostumbra al horario (Jet lag).


Ayer tuve un día inesperado, disfrutable.


Fue el miércoles 8 de Junio a las 10 de la mañana. Lo dejo como registro para recordarlo también. Desayuno en la UAB (Universidad Autónoma de Barcelona). Tuve el gusto de conocer a una persona con quien compartí un curso en línea hace más de un año. Ella vive en Barcelona. Está haciendo redes. Charlamos sobre los procesos en los que estamos trabajando y disfrutando. Me invita a participar en un proyecto. Nada es seguro en esta vida, pero espero se pueda consolidar. Me entusiasma. Me alegra. Comencé el día a gusto.


A medio día, compartí una conferencia-taller en el aula Ferran Ferrer de la Universidad: "La Autónoma" le llaman, la UAB. Me llevo un buen sabor de boca de ese compartir. Sobre todo las palabras que me comparte una de las personas participantes. Fue un regalo para mí al final de la sesión: "Si no tengo una conexión con las emociones, si no se indaga lo que está pasando, las cosas no resultan. Me sentí a gusto. Me he sentido en un espacio súper seguro, como horizontal. Así debería ser el aula."




Horizontalidad, "poder con", no "poder sobre". Me siento satisfecho, agradecido. Feliz.


Luego de ello, emprendo una caminata por el campus. Me encuentro a Daniel, un compañero del doctorado a quien solo conocía por videoconferencias. Charlamos un poco. Prosigo mi rumbo y me detengo en el restaurante de la Plaza Cívica de la UAB. Una comida deliciosa a un precio accesible: cuscús de verduras, pavo guisado en trozos con ensalada, pan, agua, postre; aceite de oliva y vinagre para la ensalada; y un café con leche.



Me tomo mi tiempo. Camino hacia la librería Abacus. Estoy buscando algunos obsequios para mis hijos y mi esposa. No digo más porque es una sorpresa, y seguro que me leen.


Me encuentro con un libro que me hace todo el sentido ("Imagínate que.. El poder de crear un futuro para todas las personas"). Decido llevarlo. Está en catalán. Traducido del inglés al catalán, vaya.



Me dirijo hacia la caja. Me habla en catalán la persona que atiende. Le entiendo. Me siento feliz. Le respondo en castellano (español, pues). Le digo que me siento contento de poder entenderle:


–Ya entiendo el catalán, leído y hablado, pero no he practicado hablarlo y me cuesta más trabajo.


Me dice en castellano:


–Siempre es más fácil entender un idioma leído y escuchado, más que hablarlo. Qué bueno que ya lo lees y lo entiendes escuchado.



Me despido y salgo caminando a mi paso. Cosa rara, porque la mayoría de las veces ando corriendo en México. Tomo el tren camino a Sabadell. Comienzo a leer el libro. No me equivoqué al comprarlo. Encuentro las palabras exactas:


"Un hombre que aseguraba a todas las personas que quien fallaba no eran ellas mismas ni las personas de su entorno, sino el sistema […] Hemos de cambiar las formas de hacer las cosas en la educación, en el trabajo, en nuestra comunidad".


Esta y muchas más. No puedo parar de leerlo. Tengo que, pero quisiera leerlo de una sola vuelta.


Sí. No me equivoqué.


Llego a la casa donde viven las personas que me han recibido con los brazos abiertos desde hace 4 años. Amistades entrañables. Platicamos un poco. Toman rumbo a resolver pendientes, tomo rumbo a Barcelona. Caminar un poco por las Ramblas. Aprovecho el tiempo, a mi paso.


Disfruto de ver letreros y calles en catalán.



Me detengo en los lugares conocidos. La Rambla 97: Casa Beethoven. No podía dejar de pasar por ahí. Ahora a lo mío, pues. Unas gambas en La Boquería, el famoso mercado de las Ramblas.


Un helado de postre. Nunca está de más. Me llama la atención que tienen uno de "Vainilla de Yucatán". Me quedo con el de chocolate, en cono de chocolate, por supuesto.



Camino otro poco. Hay un evento en el remate de las Ramblas. Open Arms, una Organización No Gubernamental dedicada al rescate de personas en el mar, que terminan siendo acogidas como refugiadas. Conozco a Ada Colau, alcaldesa de Barcelona. Escucho a Joan Dausá. Lo conozco, pues escucho canciones en catalán, y le he cantado a mi esposa una de sus canciones (El Veurem Junts). Me emociono hasta las lágrimas... Canta "Com plora el mar" (Cómo llora el mar). Canta en vivo desde un barco. Toda una performance. La Fura dels Baus, compañía teatral catalana que yo ya conocía por Miguel Estrada (amigo y compañero clown en Ensamble-rías y Tres Son Pocos), hace una suerte de danza aérea arriba de la embarcación.



Son las 9 de la noche. Se ve el sol del atardecer en Barcelona. Camino de regreso por las Ramblas. Me sigo tomando mi tiempo. Comienza a oscurecer. Hay tiempo, ganas y energía para seguir caminando. Llego a Plaza Cataluña. Veo a la gente disfrutando sus espacios.




Sí, ya sé que en lo cotidiano, no siempre todo es lindo y color de rosa. Es cierto. Cada persona, cada ciudad, tendrá sus problemáticas y sus necesidades por atender. Pero por lo pronto, sigo soñando con mundos mejores, personas mejores, mejores vidas.


Tomo el tren de regreso a Sabadell. 11.30 de la noche. Camino por sus calles. Me siento seguro. Agradecido, una vez más.


Ayer tocó disfrutar. Hoy... quizá, quizá otra vez hoy. Disfrutar lo inesperado. Adaptarnos, continuar.



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